Relato de una misionera salteña en África, sobre el valor e irrenunciable vocación de las madres en Benin. Uno de los países más pobres de África.
Ser Madre en África
Difícil tarea la que se me encomendó, hablar de “Ser Madre en África”.
Estuve dando vueltas y vueltas a la idea y se me ocurrió que lo mejor que podía hacer era preguntar a ellas mismas que significa ser madre.
Siempre que me meto en estos embrollos termino mal... pero como soy cabeza dura comencé una especie de cruzada de preguntas a cuánta madre se me aparecía por el camino.
Lo primero que logré fueron miradas de sorpresa, sonrisas de cortesía por no decir de lástima, timidez y mutismo frente a tan descabellada osadía, respuestas imprecisas, descripciones de lo que es tener un hijo, y hasta en algún caso hasta me informaron cómo se hacían los niños, con toda discreción y seriedad.
Formulé la pregunta de maneras distintas, pues lógicamente no me comprendían...
¿Qué significa para ti ser madre? ... muy teórico
¿Por qué tienes hijos? ... muy personal y vaga
A ver ¿qué harías para convencer a una joven que tener hijos y ser madre es muy lindo? Muy inquisidora y ridícula... por qué hay que convencer a alguien de hacer algo, simplemente se hace.
Me coloqué en posición de abogado del diablo, los niños son un perfecto engorro, lloran, comen, se enferman, hay que gastar en ellos y sin embargo los tienen y siguen teniéndolos una y otra vez... miradas horrorizadas.
Mismos resultados... lo preguntara con el método que fuera.
Otra vez me encuentro que la cultura determina muchas cosas y entre ellas las más importantes.
¿Cómo puede ser que no pueda hablar de ellas si hace diez años que trabajamos aquí que las vemos luchar día a día, con las que construimos proyectos, casas, pozos, a las que vimos llorar y sufrir y con quienes reímos y festejamos cuando hay motivos o sin ellos?
Ser madre es siempre difícil pero les aseguro que en África es heroico.
Las mujeres en África tienen una vida muy complicada, sus vidas no les pertenecen, son al mismo tiempo las más olvidadas a la hora de los derechos pero las más solicitadas al momento de los deberes.
No hay lugar para el ocio, al tener un hijo y antes por ser mujeres deben trabajar el doble, en casa y en el campo, ser capaces de olvidarse de si mismas porque van dando vida y eso les consume la vida.
Velar por ellas ha sido nuestra tarea principal, su salud, sus medios de ingresos, los trabajos que van haciendo para que sean dignos y las ayuden a crecer como seres humanos. Nos preocupan sus derechos, las leyes las van reconociendo poco a poco, como si antes hubiera que demostrar que son personas para poder garantizar herencias, separaciones y hasta matrimonios.
Nos asombra su capacidad de superarse, prácticamente a todas se les ha muerto un hijo o varios y siguen adelante sin grandes lamentaciones, es parte de lo que les toca vivir.
Compartimos un proyecto diocesano de promoción de la mujer y mediante sesiones de formación, clases prácticas y micro emprendimientos vamos tratando de tomar conciencia junto a ellas de la enorme dignidad de su papel y poco a poco ayudarlas a salir de situaciones de verdadera esclavitud.
Esclavas de matrimonios forzados o por intercambio familiar, esclavas de la ignorancia y el sometimiento, esclavas de la pobreza y los escasos recursos, esclavas de enfermedades incurables y desconocidas hasta hace poco como el Sida, esclavas de partos reiterados en condiciones humillantes, esclavas de una situación de injusticia y trabajo agotador.
Se dice que sobre las espaldas de la mujer camina y avanza el África, y creemos que esto es cierto, ellas son el motor de muchas cosas: de la vida , del comercio, de la familia; apoyarlas y estar a su lado es un compromiso asumido como respuesta a lo que Jesús dice en el Evangelio " todo lo que hagáis a alguno de estos pequeños..."
Un día estaba en una aldea pesando niños, lo hacemos como una manera de evitar que caigan en estados de desnutrición irreversibles y poder actuar a tiempo... se arma un pequeño revuelo fuera y veo entrar a una anciana con un bulto muy pequeño en la mano.
Lo desenvuelve y veo la cosa más fea en niño que me tocó ver hasta ahora. No medía más que mi mano, estaba totalmente colorado, apenas respiraba, pero lo hacía con una convicción bastante grande para algo tan pequeño.
La mujer me mira y entre traducciones me dice que viene de lejos y a pie, (de un pueblo al que yo empecé a ir hace poco y en camioneta me cuesta lo suyo llegar), su nuera dio a luz ese niño el día anterior y como se estaba desangrando la llevaron en una moto a la ciudad y dejó el niño dándolo por perdido. No había comido desde su nacimiento y no le sobraba aliento para sobrevivir si no salíamos ya en busca de ayuda médica y de su madre, estuviera donde estuviera.
Las abuelas aquí y en todo el mundo despliegan una capacidad de amor por sus nietos que quizás no pudieron tener con sus propios hijos, se crea una complicidad que se salta generaciones y los iguala, es el amor de madre multiplicado por los años y la experiencia.
Partimos con abuela y niño a buscar el resto de la familia, eran de la etnia peul, los encontramos en el Hospital de Parakou, la madre llegó medio muerta pero ya estaba mejor y ahí pudimos internar a un niño tan pequeño que merecía el esfuerzo por el solo hecho de haber nacido.
Ahí volví a la carga con mis preguntas ridículas, ¿es tu primer parto? No Hermana, y contando con los dedos y nombrando a cada uno, llegó hasta siete!
Lo que pasa es que solo han sobrevivido dos y este que acaba de llegar.
¡Se me fue el alma a los pies, cómo se puede ser tan fuerte para superar estas cosas y seguir adelante!
Muy simple: son madres, son fuertes, son capaces de dar vida, luchan porque no pueden bajar los brazos, porque a veces todo lo que tienen y atesoran son sus hijos.
En un mundo donde todo se calcula, se mide, se vende y se compra aquí sigue habiendo excesos pero de vida. No entro en cuestiones morales, si está bien o está mal, solo me paro a observar y muchas veces a admirar. Yo no soy capaz de tanta grandeza.
Hna. María Silvia
Esclavas del Corazón de Jesús